La habitación blanca

«Yo solo pienso demasiado. Y aquí pensar duele más que estar encerrado.» Un individuo se encuentra en una habitación blanca y acolchada. No recuerda claramente cómo llegó allí. Solo tiene un cuaderno, un lápiz y una mente que no para de hacerse preguntas. A través de fragmentos poéticos, visiones y pensamientos desgarrados, el lector se adentra en el interior de una conciencia que se resiste a ser silenciada. Aquí el tiempo se curva, los espacios se derrumban, y el amor se transforma en la única fuga -u otra condena-. La habitación blanca es la primera obra de Israel Moreno Moreno. Esta nace del impulso de escribir, de la compleja tarea de darle vueltas a la cabeza. Es un riesgo pensar, a pesar de ser gratis; pero no hacerlo te convierte en un cadáver social. No me guío por angustia, ni preguntas, ni estados emocionales. Esto es un recopilatorio de una mente profundamente insistente que golpea las paredes del cráneo por el ansia de expandirse. Ya la intento contener, reprimirla lo mayor posible. Pero a veces te traicionan las expectativas y la inmediatez, ambos factores que solo son fruto del juicio en la soledad del escritor. Te apelo a ti, lector, que esto no es una obra que precise de entendimiento. Eso sería someterse a un engaño profundo. Más bien, te invito a dejarte llevar por tu complejo enemigo: tu mente. Puede que te inquiete, te disloque, o te acompañe. No busques certezas, moralejas ni tramas tradicionales. La cuestión no se halla en leer una aventura, sino el adentrarse en una mente que no sabe si piensa en exceso, o siquiera si está despierto, o todo es fruto de un complejo sueño. Dentro de la ambigüedad de esta supuesta vigilia, exploramos un encierro que puede ser físico, mental o social. Ciertamente, la habitación blanca existe, quizá, incluso dentro de nosotros. A pesar de esto, lo verdaderamente inquietante es la resiliencia de un sujeto pensante en un entorno aislado. Tal vez ese es el momento en el que la mente libera su verdadero potencial, sin ruido. Cabe destacar que la novela no se escribe por lucidez, sino al margen del delirio. Una locura inherente del individuo tachada de patología. Por ende, bailando titubeante sobre el hilo de la memoria, se busca huir del olvido y la anestesia social. No busco aplausos ni reconocimientos, sino dar voz a esa mente inquieta que está comprimida en páginas y párrafos. Recapitulando, si decides seguir leyendo, no te prometo compresión; sino absurdo. Pero tampoco soledad; sino compañía. Te doy la bienvenida. El resto ya no te pertenecerá del todo.